A estas alturas ya casi se puede decir que
Sean Baker hace por la prostitución en el cine lo que
Martin Scorsese hacía con los gangsters. Más allá de que se esté convirtiendo en tema recurrente, si que se puede decir que ambos cineastas se acercan a esos peculiares mundos para indagar profundamente en las costuras del sueño americano. Todo, por supuesto, desde ópticas muy personales, pero además muy cargadas de cine.
"Anora" está recibiendo una aclamación asombrosa y bastante merecida. Baker consigue que su película más ambiciosa aterrice en sus intenciones y se mantenga profundamente personal, con su particular manera de mirar a la pobreza con absoluta belleza hacia sus protagonistas y bastante crítica al sistema que les rodea. El final de el filme logra profundizar en ese hurgamiento de la herida de la desigualdad que consigue que esta sea la perfecta subversión del cuento de hadas que ha sido "Pretty Woman", con la que se ha ganado comparaciones por sus premisas.
Baker nos ofrece un final que se postula como la imagen especular de su inicio, ya que ambos presentan acciones similares. En ambos vemos actos eróticos y sexuales, pero aplicados de maneras muy distintas.