En la imagen, una fotografía de la entrada de las oficinas centrales de
Google en 2015. Precisamente el año en que tuvimos evidencias de que la compañía no solo estaba trabajando para añadir machine learning e inteligencia artificial a todos sus productos, sino que además, pensaba que la inteligencia de sus algoritmos era precisamente lo que la defendería de sus competidores.
En 2016, la compañía tenía ya desarrollos de inteligencia artificial generativa capaces de generar una llamada telefónica con una calidad que la hacía indistinguible de un humano: literalmente, había pasado el test de Turing, y así lo demostró en su
Google I/O de aquel año. En 2018, la compañía ya consideraba el impacto de la inteligencia artificial mayor que el que podían haber tenido en su momento el fuego o la electricidad.
Mientras, la compañía creada por el ahora Premio Nobel Demis Hassabis adquirida por
Google en 2014, no paraban de ocurrir prodigios que asombraban a medio mundo. Pero
Google, sin embargo, seguía sin añadir nada de eso a sus productos.