Una interesante columna de
Martha Gill en
The Guardian, «Can you resist all the addictions modern life throws at you? Only if you"re rich enough«, pone el foco en el llamado «capitalismo de adiciones» o limbic capitalism, siguiendo una terminología acuñada por el historiador
David Courtwright en su libro «The age of addiction: how bad habits became big business«.
La moral de la historia es evidente: cada vez más compañías de las que consideramos «exitosas» se especializan en tomar una tarea determinada, y transformarlas de una u otra forma en adicciones.
Tratar tu producto como algo susceptible de generar una adicción, basándose en técnicas de la psicología o incluso de la biología â ser capaz de generar determinadas secreciones hormonales â es el sueño húmedo de cualquier directivo de marketing: que sus clientes sean incapaces de dejar de consumir su producto, porque ha logrado que lo necesiten de forma prácticamente enfermiza.
Pero lejos de ser un ideal del marketing, de lo que hablamos es de una aberración y una inmoralidad susceptible de poner en peligro a amplios sectores de la población, y que debería estar severamente controlada por las autoridades.