Las dificultades de
OpenAI para construir una compañía económicamente viable a pesar del incremento de sus ingresos hacen que la empresa tenga que lanzarse a una nueva ronda de financiación que la valoraría en unos cien mil millones de dólares, veinte mil millones más que la valoración anterior de hace ocho meses.
Las cualidades de esa ronda y las perspectivas, no de rentabilidad pero sí de tecnología y de potencial de la compañía, están haciendo que las más interesadas estén siendo las grandes compañías tecnológicas, muy interesadas lógicamente en poder añadir parte de la experiencia que
OpenAI está acumulando. En cierto sentido, la concurrida cumbre del
Monte Olimpo en el que habitan los dioses de la tecnología se está preparando para tomar posiciones sobre un entorno, el de la inteligencia artificial generativa, que ha probado ser relativamente complejo de dominar.
La ronda, lo que unido a la inversión anterior de Microsoft y a su más que probable ampliación de la misma podría llevar a que las tres compañías más valiosas del mundo terminasen siendo inversoras de
OpenAI, un éxito sin precedentes para Sam Altman y prácticamente una carta blanca para poder desarrollar tranquilamente y sin miedo a que las cuentas no salgan.
La realidad es que, cada vez más, las Big Tech van incorporando a su oferta de productos más y más prestaciones de inteligencia artificial generativa.