En junio de 2024, Apple presentó uno de los movimientos más ambiciosos de su historia reciente: la integración de
Apple Intelligence en sus dispositivos y, con ello, una reinvención de
Siri. Aquella keynote prometía algo que muchos habían estado esperando durante años: un asistente verdaderamente útil, ofrecer respuestas precisas y ejecutar acciones teniendo en cuenta nuestra información personal. Entradas de conciertos, enlaces compartidos en Mensajes o ubicaciones del calendario: todo estaría al alcance del nuevo
Siri.
El entusiasmo fue inmediato. Apple lo planteó como una transformación destacado y, como uno de los pasos necesarios para ponerse al día en la carrera por la inteligencia artificial (IA), acelerada tras el lanzamiento de ChatGPT en noviembre de 2022. Pero la ilusión se evaporó pronto. En marzo de este año, la compañía confirmó que la nueva versión de
Siri no estaría accesible hasta 2026. El anuncio supuso un frenazo en seco. Para muchos, no fue solo una decepción: fue un golpe a la credibilidad que Apple llevaba años cultivando. Y, pese a ello, la empresa no ofreció demasiadas explicaciones. El futuro, simplemente, se posponía.
No podemos negar que Apple sabe cómo manejar los tiempos. Domina como nadie el arte de anticipar lo que está por venir, incluso cuando lo que presenta aparentemente no está del todo terminado.