Mi columna en
Invertia de esta semana se titula «Musk, el futuro⦠y la política» (pdf), y trata de poner de manifiesto los enormes contrasentidos que surgen cuando uno de los mayores innovadores de nuestra época,
Elon Musk, se lanza a la política en un país que no es el suyo apoyando de manera radicalmente entusiasta a un candidato abiertamente populista, conservador y extremista como
Donald Trump.
En prácticamente todos los sentidos,
Donald Trump representa lo más opuesto a lo que
Elon Musk representaba. Hablamos de un candidato que desprecia todo lo relacionado con la emergencia climática, que ha dado numerosas muestras de desinterés total por los vehículos eléctricos y se negaba a incentivar su adquisición, que apoya fuertemente a la industria de los combustibles fósiles hasta el punto de haberle dado carta blanca para todos sus planes «desde el día cero de su mandato», y con un nivel de «terrenalidad» y de simpleza tal, que todo lo que no sea el dinero le trae completamente sin cuidado.
Y sin embargo, ahí tenemos a Musk bailando como un poseso en mítines de Trump, y lo que es peor, poniendo toda la maquinaria de X a su servicio y aportando setenta y cinco millones de dólares para su campaña que lo convierten en uno de sus mayores contribuyentes, además de comprometiéndose a ser una especie de «ministro de la eficiencia» para su, dios no lo quiera, posible gabinete.