Justo antes de cruzar el arco del control del aeropuerto dejé el
iPad en la típica caja genérica de plástico, pero hasta entonces no me había dado cuenta de que lo estaba llevando encima todo el rato, como si fuera un comercial intentando vender desde un catálogo. Además seguí con él durante el vuelo. Y caí en que, efectivamente, tengo la manía de llevarlo a todos lados.
Buscando si yo era el único que usaba el
iPad diariamente, me topé con que muchos usuarios usan (usáis) un
iPad cada vez que salís de casa, permanentemente con una funda de tipo libro y un teclado a cuestas. Otros para la hora de cardio o para hacer ejercicio en general. Otros directamente relatan "cómo un
iPad salvó una vida". De hecho, me topé con un relato que quiero traducir tal cual para no inventar nada:
La pandemia lo paralizó todo, brindándome una oportunidad única para reflexionar. ¿Y qué encontré? Un desastre, tanto en mi vida personal como profesional. Odiaba mi trabajo. Me sentía frustrado, sin inspiración y sin rumbo. ¿Mi vida personal? No era mejor. Mi matrimonio estaba al borde del colapso y me ahogaba en hábitos autodestructivos: alcohol, tabaco y la silenciosa inminencia de la depresión. Una noche, mi cuerpo me dio una llamada de atención que no pude ignorar: un ataque de pánico. Mi ritmo cardíaco se disparó a 145 lpm y corrí al hospital. Ese momento me dejó una cosa clara: necesitaba un cambio.