Según escribió
Hermes Trismegisto en su
Kybalión, todo en la creación tiene su ritmo y ese ritmo, si lo seguimos, nos lleva permanentemente de vuelta al origen. Nos lleva al mundo como voluntad y representación, al Así habló
Zaratrusta, al teorema de la recurrencia de
Poincaré... y, a el debate de si la tecnología nos está dejando frito el cerebro.
Porque el hecho de que algo está cambiando nadie lo discute. ¿Y cómo discutirlo? Claro que algo está cambiando. Y no solo funcionalmente, los cambios son estructurales y a todos los niveles. Las simple presencia de pantallas ha modificado sustancialmente nuestra corteza somatosensorial; o sea, han cambiado la forma en que tocamos el mundo. Ahí es nada.
Pero la situación va más allá: como nos explicaba hace años Manuel Sebastián, investigador de la Unidad de Cartografía Cerebral de la Universidad Complutense, "sabemos que el texto que incluye enlaces (hipertexto) parece recordarse peor en general, lo que es totalmente lógico porque constituyen distractores y el papel de la atención es crítico en el recuerdo".
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Eso lo sabíamos, pero no sabíamos qué significaba. "El hecho de que la información se procese de forma diferente, no es necesariamente malo", nos contaba Sebastián.