Quentin
Dupieux tiene ideas. Cientos de ideas, de lo que debería ser el cine: un bombardeo de giros, propuestas innovadoras, rupturas del espacio y el tiempo, bombardeos de la cuarta pared, ciencia-ficción de estar por casa, personajes esquizofrénicos... El problema es que no todas estas ideas tienen el potencial de pasar del cortometraje, no hablemos ya de rellenar los 75 minutos que suelen durar todas sus cintas. A veces, como en 'El segundo acto' o 'Fumar provoca tos' no sabe qué hacer después de plantear su nueva locura. Merece la pena pasar por alto sus traspiés para ver maravillas como '¡Daaaaaalí!' donde todo funciona, simplemente, a la perfección.
Se podrán hacer mil biopics de Salvador Dalí (ha sido interpretado en el cine por Robert Pattinson, pero ninguno podría alcanzar el triunfo constante y rotundo de '¡Daaaaaalí!'. Y es que
Dupieux es consciente de que la genialidad del autor catalán no puede contarse ni resumirse de una manera clásica: se necesita romper el espacio y el tiempo de manera constante, fabricar una historia entre la realidad y la ficción, montarse en un número de ilusionismo constante que haga honor tanto a la persona como al personaje que fue comiéndosela durante años.
Salvador Dalí, aquí magistralmente interpretado por hasta cinco actores distintos, se busca a sí mismo, quiere permanecer en la imagen de manera constante, ser el protagonista, no quiere permitir vender su genio de manera barata.