Los servicios de computación en la nube como
Amazon Web Services (AWS),
Google Cloud o
Microsoft Azure se han convertido en herramientas fundamentales para gobiernos y empresas de todos los tamaños en Europa. La lógica es simple: en lugar de invertir en servidores propios, pueden acceder a potentes recursos tecnológicos bajo un modelo de pago por uso.
Se trata de un esquema que ha dado buenos resultados durante años, pero en los últimos tiempos han surgido ciertos inconvenientes. A los costes, que en ciertos casos resultan más elevados de lo previsto, se suman ahora nuevas dudas de carácter geopolítico. Estas preocupaciones comenzaron a cobrar fuerza con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, y están llevando a algunos actores del Viejo Continente a plantearse un cambio de rumbo.
Hace poco más de una semana, cerca de un centenar de organizaciones europeas firmaron una carta abierta dirigida a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y a Henna Virkkunen, responsable digital de la UE. En ella reclaman strong>acciones radicales para reducir la dependencia de servicios digitales extranjeros. El informe insta a apostar por soluciones locales, que abarquen desde el hardware hasta las plataformas en la nube.
Prácticamente en paralelo, el Parlamento de los Países Bajos aprobó ocho mociones que piden al Gobierno sustituir el software y el hardware de origen estadounidense por soluciones desarrolladas por empresas locales.