Hoy la idea quizás nos parezca claustrofóbica, extravagante e incluso un pelín incómoda, pero en su día, hace ya unos cuantos siglos, dormir encerrado en un armario era la mejor garantía de pasar una noche agradable. Agradable, relajada y confortable. Tantas buenas razones tenían nuestros ancestros para acurrucarse en una especie de roperos de madera con sábanas que lo curioso no es que ellos lo hicieron, sino que nosotros  desde el XX hayamos abandonado el hábito.